jueves, 30 de abril de 2009

Las luces se apagan… el show comienza

Cada detalle lo volvía más misterioso , parecía una cueva, unos ángeles blancos y desnudos adornaban la entrada desviando mi mirada, mientras un joven muy apuesto me tocaba el hombro ofreciendo sus servicios para sentirme más cómoda y sin respuesta alguna me iba sacando la casaca.

Todo estaba oscuro, solo las luces sicodélicas alumbraban el hasta aún misterioso lugar, miraba por todos lados, sentía que no encajaba, había poca gente, me senté y una silueta de un hombre se iba aclarando conforme se me acercaba, estaba sin polo y con un boxer que no dejaba nada a la imaginación de su escultural cuerpo, el hombre semidesnudo nos ofreció las respectivas bebidas de la noche para que de una vez empiece la diversión.

Un beso apasionado de una pareja homosexual fue chocante, giré para ver si alguien más se alarmaba mientras la pareja terminaba el beso con una tierna y leve caricia en el rostro, pero al parecer a nadie más que a mí parecía importarle, eso formaba parte del lugar.

De pronto un hombre que intentaba ser mujer salió a bailar, sus movimientos eran más sofisticados, con él poco a poco la gente iba llenando la pista de baile.


Ya era casi imposible reconocer todas las caras, entre todos un rostro resaltaba más, se me acercó y efusivamente me dio un abrazo y reconocí a “Froy” una persona a la que conocí con un temperamento tranquilo, tímido, hasta incluso parco, pero fue sorprendente ver el cambio que éste tenía dentro de la discoteca, sus movimientos afeminados y locos volvían borrosos hasta desaparecer al Froy que había conocido.

Y es que muchos de los jóvenes se liberaban y desataban sus sentimientos reprimidos del día a día, y esa noche quedaban guardados bajo llaves.

El alcohol ya iba haciendo efecto, la música zumbaba en mi oído, así que empecé a bailar, me sentí como aquellos homosexuales liberados, desinhibida y el miedo de ser censurada por acudir a esa discoteca poco parecía ya importarme, porque así como yo habían otras parejas heterosexuales al costado, delante y detrás mío y que las hormonas no les jugaba un mal rato, sino al contrario un buen rato!.

Visualicé homosexuales que irradiaban una visible alegría en su rostro, el ambiente con el paso de las horas se volvía excitante y me imaginaba el latido de los corazones de los homosexuales que estaban en pleno clímax y que contaban los minutos que les quedaba porque la noche estaba por acabar.

Una quemadura de un cigarro en mi brazo me hizo voltear y en ese instante se abría el show, eran aproximadamente las tres de la mañana, un travesti bailaba en el escenario, me quedé con la mirada fija en él, porque por la vestimenta, accesorios, anatomía y el maquillaje, solo le faltaba una operación de cambio de sexo para ser completamente una mujer.

Dos travestis más salieron formando ya un elenco y el público efusivamente los aplaudían mientras el telón se cerraba.

Cinco de la mañana, pocas parejas quedaban, uno que otro era preso del exceso del alcohol, muchos de los homosexuales salían de la mano a buscar privacidad, con ello la noche se despedía.

De la luz del día a la oscuridad de la noche y el refugio en el “Punto G” ya estaba por terminar, y los homosexuales que dejaron su máscara guardada porque querían sentirse libres tendrían que volver a su fingida realidad.

Pues era la oscuridad del “Punto G” hacia que los sentidos se animalicen, pues en las noches de los fines de semana el miedo constante que viven se esfumaba y ya no eran el blanco de la censura y el rechazo de la sociedad.